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viernes, 23 de marzo de 2018

HUELVA:_ PARTIDAS CARLISTAS E INSURRECCIÓN REPUBLICANA DE 1869.


EL CARLISMO EN HUELVA DURANTE
EL SEXENIO DEMOCRÁTICO  (IV)




Juan Carlos Sánchez Corralejo

Actas de las VII Jormadas 
de Patrimonio de El  Andévalo, págs. 161-165.



 GUERRA Y GUERRILLAS CARLISTAS 


LA OTRA CARA DE LA REVOLUCIÓN: PARTIDAS CARLISTAS E INSURRECCIÓN REPUBLICANA DE 1869.   


La difusa raya entre las provincias de Huelva y Badajoz fue un foco carlista a lo largo del siglo XIX con epicentro en Fregenal de la Sierra, Hinojales, Encinasola, Cumbres Mayores y Cala. Ya en la Primera Guerra Carlista hubo una partida en Fregenal, y desde 1835 se reforzaron las milicias urbanas antirrevolucionarias en los pueblos dependientes de la capitanía General de Badajoz, como Mérida, Almendralejo y Fregenal, siendo necesario el reparto de armas, y se dejó sentir la partida del General Gómez, llegada desde Badajoz y el norte de Sevilla.

 Ahora, en el Sexenio, parecen dominar partidas cuyos cabecillas proceden de Madrid o de Sevilla, que se dedican a “recogen fondos” para sus fines. Dice la teoría que las partidas carlistas solían estar formadas por elementos del mundo rural, aunque a día de hoy no tenemos datos concretos sobre la identidad de los guerrilleros. 

El  proceso de reclutamiento y adoctrinamiento debió ser similar al de otras latitudes: las partidas carlistas entraban en las poblaciones dando vivas a Carlos VII y leyendo proclamas,  con la intención de buscar adhesiones que no siempre lograban, mientras las fuerzas liberales respondían  cantando el himno de Riego o el Trágala, símbolos de la resistencia frente a las monarquía absolutista. Entre los jefes carlistas, se observa la presencia de  brigadiers y coroneles, tenientes, algunos sargentos y comandantes, algunos curas y no pocos nobles, de modo que el brazo militar se encargó de ejecutar el ideario tradicionalista liderado por muchos curas.

 Las milicias urbanas o voluntarios de la libertad se convirtieron en muchas localidades en unidades de contención del movimiento carlista y en defensores de la Constitución de 1869. Las hemos documentado en Zalamea, Almonaster, Valverde, Alosno, Calañas o El Cerro.   


Esta fuerza armada popular estaba integrada por ciudadanos afectos al republicano y al partido demócrata. Sus miembros tenían el firme propósito de mantener el orden público frente a los enemigos del estado surgido tras la Revolución de 1868.


 Voluntarios de la Libertad.







El adoctrinamiento carlista. Crítica de los procedimientos  de los arlista para aumentar sus filas
Caricatura publicada en la revista satírica La Flaca (2ª época), nº 50, 30 de enero de 1873.


Existe una dificultad, la de la confusión entre las verdaderas partidas carlistas con actividades de simple latrocinio. En ocasiones, la prensa liberal-progresista habla de partidas latro-facciosas[1]. Al asociarlas con bandidos y contrabandistas, buscan desacreditar su ideario. Ello dificulta a menudo la catalogación de partidas entre verdaderamente carlistas o facciosas.    

Durante la Regencia de Serrano-Prim, las  dilaciones en la elección de un nuevo rey abrieron esperanzas que dieron lugar a las partidas carlistas del verano, y el intento de insurrección republicana del otoño. Desde los primeros meses de 1869, en muchas regiones de sentimiento carlista, hay conatos de insurrección, y desde mediados de año  movimiento de partidas  en la mitad septentrional. Desde abril, se habla de manejos carlistas en la raya portuguesa, apoyados por el partido miguelista del reino vecino, que obligaron a “medidas extraordinarias de vigilancia en la frontera” y al estacionamiento de fuerzas en Trujillo, Villanueva de la Serena y Mérida, y al reparto de armas entre la población civil.

También hubo insurrecciones republicanas y partidas carlistas en la Capitanía General  de Andalucía y Extremadura[2]. En el verano de 1869, de forma paralela a la abdicación de Isabel II en su hijo Alfonso, se formaron partidas republicanas en Sevilla, en el barrio de Triana, dirigidas por el comandante Daniel Fernández Maza[3], que pretendieron  extenderse a  Sevilla, Huelva y Cádiz.

La partida de Maza fue perseguida por una columna de carabineros. Llegó a la Sierra de Aracena con unos 40 ó 50 componentes. Estuvieron en Santa Olalla y varios pueblos de la Sierra exigiendo estipendios a los alcaldes[4] y soliviantaron la protesta campesina en Villalba y Manzanilla. Fue dispersada, en término de Paterna del Campo. Maza fue, al parecer, apresado en Valverde el 10 de octubre a las ocho de la mañana por el somatén dirigido por el alcalde segundo José Torres Díaz y el regidor Cristóbal Arrayás Macías[5], aunque otras fuentes informan de que sus líderes escaparon vía marítima por Moguer, y otros por la frontera de Portugal.[6]

La presencia de partidas carlistas en Andalucía se retrasa a finales de de agosto: la prensa habla de rumores de formación de partidas carlistas en Sevilla y Huelva. Unos las situaban en los alrededores de la Cartuja y el cementerio de San José, otros de forma genérica en la provincia de Huelva[7]. A principios de septiembre, los altercados se focalizan en la frontera entre Huelva y Badajoz: el párroco de Zufre[8] fue atacado por “turbas furiosas ganadas por la propaganda protestante profiriendo mueras contra el anciano presbítero”, quien fue defendido por sus propios fieles, que formaron un antemural en torno del párroco, impidiendo que cumplan sus amenazas los que se dirigen al presbiterio para realizar sus atroces designios[9].

 Un mes después, en octubre, llegó a la misma zona el sargento D. Luis Nieto[10], procedente al parecer de Madrid, con objeto de crear una partida carlista. De ella solo sabemos que fue dispersada en Zufre por la columna de Carabineros de Monesterio[11]. Quizá su cabecilla era D. Luis Nieto Rodríguez, sargento del Ministerio de la Guerra, que un año antes, concretamente el 29 de septiembre de 1869, ofreció sus servicios a la Junta  Revolucionaria de Madrid.[12]

Entonces, apenas extinguida la rebelión carlista, estalló la insurrección republicana del otoño de 1869, nacida, en opinión de López Cordón, de la desilusión de unos sectores que esperaban que el Gobierno hiciera frente a la crisis agraria, y fuera capaz de abolir  las quintas y  los consumos, pero que vieron  escamoteadas sus ilusiones[13]. En Huelva, en paralelo a la partida carlista de Luis Nieto en la Sierra, la Cuenca Minera parece estar en pie de guerra en octubre: Se teme en Huelva que invadan la capital mil trabajadores de Río-Tinto, frente a una guarnición  de apenas 200 carabineros, ya que el resto había salido para Almadén en persecución de una partida[14]. La causa del malestar minero era la falta de salarios,  que no recibían desde finales de 1868, cuestión que fue llevada a las cortes en febrero de 1870  por Francisco Díaz Quintero, diputado progresista por Huelva.

La represión contra aquellas partidas republicanas y carlistas fue militar e ideológica: El Gobierno resucitó la ley marcial de 17 de abril de 1821 y las cárceles se llenaron de carlistas y republicanos. Las milicias urbanas o voluntarios de la libertad se convirtieron en muchas localidades en unidades de contención del movimiento carlista y en  defensores de la  Constitución de 1869, en los focos principales del movimiento, sí, pero también en el sur: rondaban las calles armados  y reprimían a los vecinos que  encontraban dando voces contra el gobierno. Los gobiernos civiles procedieron a la depuración de concejales afectos al republicanismo en octubre de 1869. Más tarde vendrían los mecanismos de la llamada democracia conservadora[15]. En la provincia de Huelva  hubo dos militares recompensados por  estas algaradas: Jiménez Bellido y Félix de Castro, comandante y capitán de carabineros, respectivamente.[16]

Tras las elecciones municipales de 1870, hubo de nuevo algaradas republicanas y carlistas: en las algaradas republicanas se escuchan vivas a la república federal y mueras a la monarquía en varias capitales españolas. En paralelo, desde febrero de 1870 se alentaba una pronta vuelta a la guerrilla carlista[17].

Por lo pronto, se suceden manifestaciones en diversos lugares, que comienzan en la capital de España[18], y  pequeños conatos o micro-motines carlistas locales, alentados por la prensa afín que sigue hablando de las iniciativas de Carlos VII y de la reunión de Vienne, cerca de la frontera de Suiza, donde se habría decidido crear una nueva suscripción general a fin de montar un gran ejército para una insurrección general en abril[19]. Frente a esos intentos, no tenemos noticias de algaradas carlistas en el solar onubense en  1870.

LOS INICIOS DE LA TERCERA GUERRA CARLISTA (1872)

La Tercera Guerra Carlista[20] enfrentó entre abril de 1872 y 1876 a los partidarios de  Carlos VII[21],  frente a  los  gobiernos de Amadeo I, de la I República y de Alfonso XII.

Amadeo llegó a Madrid el 2 de enero de 1871, la nobleza lo trató con hostilidad y los carlistas siempre le llamaron extranjero. El pretendiente, que llevaba meses preparando la insurrección, estableció para abril de 1872 el comienzo de la sublevación. Una semana antes vuelven las partidas carlistas a las ubicaciones habituales. 



Carlos María de Borbón y Austria-Este
(Laibach,  30/031848 – Varese, 18/07/1909)



El 2 de mayo cruzaba la frontera Carlos VII, siendo derrotado de forma inmediata por las fuerzas liberales del general Domingo Moriones, en la batalla de Oroquieta, donde estuvo a punto de ser capturado, aunque logró regresar a Francia.

El resto de sus partidarios, sin una dirección clara, optó por la firma del Convenio de Amorebieta (el 24 de mayo de 1872), que liquidaba la sublevación. Pese a lo dicho, hasta agosto continuó la actividad  de las partidas en la zona catalana y aragonesa, que mantuvo viva la llama de la sublevación, prolongando la resistencia, que resultó muy beneficiosa a los planes carlistas.

Continuará (…)


[1] Durante los siglos XVIII y XIX se empleó el término latrofaccioso,
 derivado de latrocinio («acción propia de un
ladrón) y de facción («bando, pandilla, parcialidad o partido violentos) para designar a los que «se dedican al hurto y robo en cuadrilla».
[2] Unidas hasta mayo de 1874.
[3] Vid. su perfil biográfico realizado por el diario La Revolución de Sevilla.  
[4] La Esperanza. 2/7/1869, 4; Diario de Córdoba. 2/07/1869, 2; Eco de Alicante. 4/07/1869, 3. Diario de Mahón. 7/07/1869. La Correspondencia de España. 2/07/1869, 2. Diario de Mahón. 13/07/1869, 2.
[5] La Iberia. 17/10/1869, 2.
[6] “Memorias de Pacheco La Esperanza. 20/11/1869, p. 3.
[7]  La Época.  22/8/1869, p. 1.
[8] En 1869, José María Ortiz era cura ecónomo de Zufre.
[9]El dato procede de La Revolución Española, periódico de Sevilla. Recogido por La Esperanza. 10/9/1869, p. 3.
[10] B.O.P. de Cáceres. 12/101869, p. 1.
[11] B.O.P de Cáceres. 12/10/1869,1 y Diario de Córdoba. 13/10/1869, 1.
[12] La Correspondencia de España. 3/10/868, p. 3
[13] LÓPEZ CORDÓN, M. V, 1976,
[14] El Imparcial y La Regeneración. 6/10/1869, 3. La Discusión. 7/10/1869, 3. La Igualdad. 7/10/1869, 2.
[15] Vid. ARIAS CASTAÑÓN E. (1990): “Expectativas y limitaciones de la democracia en la Sevilla del Sexenio (1868-1874)”. Espacio, Tiempo y Forma,  págs. 65-84.  
[16] El Imparcial. 4/12/1869, p. 3.
[17] La Esperanza. 8/2/1870, p. 3.
[18] La Correspondencia de España. 5/3/1870,  p. 3.
[19] Proyectos de campaña de Carlos VII, recogidos en la prensa.
[20] Para otros la Segunda Guerra Carlista, al no concederle categoría bélica a la Guerra de los «Matiners» catalanes (1846-49) y sus derivaciones a otros territorios.
[21] Hijo de Carlos VI y nieto de Carlos María Isidro, adoptó el título de Duque de Madrid  y Conde de la Alcarria. Fue pretendiente carlista al trono de España bajo el nombre de Carlos VII entre 1868 y 1909. Desde el año 1887 también fue Jefe de la Casa de Borbón y pretendiente legitimista al trono de Francia.. Tras el final de la guerra civil española, en 1876, vivió en el exilio.

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